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EL OBSERVATORIO PERMANENTE DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS: “UT VIDEAMUS”

Sep 16, 2020

PARA RECONOCER LOS SIGNOS DEL TIEMPO Y PODER DISCERNIR EN TEMA DE BIENES

Domine, ut videam. (Marcos 10, 51) – Maestro, que recobre la vista. Que vea con claridad y que pueda ver más allá. Me gusta preguntar así. Evidentemente, no se trata de una capacidad meramente «óptica» sino intelectual. Que sepa interpretar los signos del tiempo y tus designios para entender cuál es la misión de cada uno dentro de la Iglesia que fundaste y estableciste en Tu Gracia. Al preguntarme esto, también pienso en la trayectoria educativa y profesional que llevo a mis espaldas.
Domine ut videam, ut videamus, ut videant. Se trata justamente de una petición que hace el ciego cuando se encuentra con Jesús: «Que recobre la vista». El Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos nace para ver los signos del tiempo. Creo que era indispensable una herramienta que nos ayudara a mirar con claridad y luego “ver más allá” en el sector de los bienes eclesiásticos.

¿Por qué todo esto? El Papa Francisco sueña con una Iglesia pobre para los pobres. Este enfoque no puede traducirse en un pauperismo nihilista que pretenda deshacerse de los bienes. Al contrario, esto significa que todo el inmenso patrimonio de bienes muebles e inmuebles, de derechos y recursos que el Pueblo de Dios ha donado a lo largo del tiempo a la Iglesia, a las legítimas entidades propietarias, debe ser administrado y gestionado de manera adecuada y en pleno respeto del Libro V del Código de Derecho Canónico. En particular, el canon 1254 establece que tales bienes deben servir a los fines propios del culto divino y a todo lo que mediante la liturgia nos permite dar gloria a Dios a través de los lugares de culto; para la sustentación del clero, entendido este con un significado sumamente amplio que incluye las diócesis, parroquias y todos los miembros de las Congregaciones religiosas y, por último, las obras de caridad, con todo el inmenso panorama de la realización concreta de obras de misericordia. Me refiero al horizonte ilimitado de iniciativas en todo el mundo en los ámbitos escolar, educativo, formativo, cultural, asistencial, sanitario y sociosanitario. Las personas más necesitadas, más pobres y más solas han sido acogidas a través de obras de beneficencia y asistencia capaces de trazar ese perímetro de misericordia que ha caracterizado a la Iglesia a lo largo de los siglos. La respuesta dada a la pobreza material, física y espiritual es imposible de enumerar o describir por completo en pocas líneas.

En última instancia, los bienes están destinados a servir la misión de la Iglesia: la salus animarum. De hecho, el conocimiento de la Verdad está dirigido a la salvación de todos. El deber de respetar estos fines nos sitúa ante una gestión de los bienes eclesiásticos que no puede ignorar algunos factores decisivos y necesarios.

La reflexión se puede simplificar de forma útil mediante el uso de las tres «C».
La primera se refiere justamente al «Conocimiento» profundo de los fines que debe cumplir y a los que está sujeto el patrimonio.
La segunda «C» se refiere a la «Competencia», entendida como la interdisciplinariedad entre las múltiples capacidades indispensables para gestionar correctamente el patrimonio. Hoy, más que nunca, se requieren competencias jurídicas, económicas, administrativas y técnicas muy sólidas para que dichos bienes puedan realmente cumplir sus fines previstos.
La tercera «C» hace referencia a la «Colegialidad». El Derecho Canónico y las entidades religiosas y eclesiásticas están impregnadas de colegialidad. En las experiencias concretas, de hecho, este elemento indispensable no siempre se vive como es debido, y se alimentan personalismos, clericalismos, abusos de poder y falta de transparencia, «dobles vidas» y corrupción. Los abusos infantiles y la mala gestión de los bienes son temas que provocan las heridas más dolorosas al Pueblo de Dios.

El Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos nace como una herramienta independiente para prevenir problemas con suficiente antelación y evitar cualquier posible escándalo en materia de gestión patrimonial, fomentando una cultura positiva que tiende puentes y favorece el diálogo, y ofreciendo estímulos para gestionar de manera sana y transparente el patrimonio y sus posibles transformaciones. De hecho, es incorrecto calificar de forma general los bienes eclesiásticos como bienes de la Iglesia Católica o del Vaticano.

La autonomía jurídica y patrimonial de las entidades religiosas y eclesiásticas los reconoce como legítimos propietarios de estos bienes. Vale la pena recordar de nuevo el código de Derecho Canónico que prevé también el concepto de «patrimonio estable»: ahora más que nunca, está en plena transformación porque está destinado a la misión. De hecho, se trata de un patrimonio cada vez más «dinámico», porque la misión de cada una de las entidades es «dinámica». El Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos se ocupará de esto con gran atención, puesto que hay un exceso evidente de patrimonio inmobiliario no funcional en la vieja Europa (enormes escuelas antiguas, seminarios, conventos, institutos) con costes de gestión muy elevados. Dichos inmuebles deberían, si fuera posible, utilizarse para obtener ingresos o venderse y, con esa liquidez, poder financiar los fines de la entidad en otras partes del mundo, con el objetivo de enfrentarnos a nuevos métodos de lucha contra la pobreza o para cubrir los gastos inevitables de asistencia a nuestros hermanos y hermanas mayores.

En cualquier caso, no es posible dejar estos temas tan delicados a la improvisación o, peor aún, en las manos solitarias de colaboradores que no pueden optar a una formación multidisciplinar. La gestión no puede ser fruto de la casualidad o del personalismo del momento de administradores o profesionales individuales que tratan los bienes como si fueran de su propiedad, sin vivir los fines de cada una de las entidades. Debemos vivir sabiendo que los bienes eclesiásticos y los fines que deben cumplir trascienden la existencia terrenal de las personas.

El Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos pondrá de manifiesto la urgencia de una verdadera estrategia patrimonial. El enfoque ya no puede vincularse a un concepto estéril de «conservación», sino que debe abarcar el dinamismo de la «gestión» para hacer frente a los desafíos de cada época.
También será muy importante involucrar a laicos competentes. El propio Papa Francisco ha querido contar con fieles laicos formados en ámbito económico y patrimonial en los distintos dicasterios de la Curia romana. También será fundamental la contribución que las mujeres brindarán a la Iglesia en el ámbito económico y financiero. De hecho, el Santo Padre ha nombrado recientemente a mujeres sumamente competentes con una formación muy internacional, lo que destaca el concepto de universalidad propio de la esencia católica.

Tener una Iglesia pobre para los pobres no significa congelar todo lo que se posee, ni tampoco desperdiciar siglos de historia, tradición y generosidad de tantas personas. El Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos creará cultura patrimonial y fomentará las tres “C”: Conocimiento, Competencia en la gestión y Colegialidad. Todo ello con el objetivo de cada una de las entidades religiosas y eclesiásticas y, sobre todo, de la misión de la Iglesia, de lograr una nueva evangelización desde un prisma más amplio, universal y muy orientado a la «corresponsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia», tal como estableció el Concilio Vaticano II en Lumen Gentium.

Recuerdo que, en el año 2000, escribí una tesis en materia de derecho patrimonial canónico que titulé “Gestión patrimonial integral para los fines institucionales de la Iglesia: la contribución de los laicos a las iniciativas apostólicas en la Iglesia”. Hace veinte años, podría haber sido precipitado pero, hoy en día, esta sensibilidad específica se ha convertido en una necesidad y he decidido fundar el Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos justamente para contribuir en la creación de una dinámica de gestión patrimonial correcta, capaz de trazar, junto con Universidades pontificias, profesionales y administradores de instituciones, un recorrido positivo que nos permita alcanzar el bien de la Iglesia de manera más eficaz y con un espíritu de servicio renovado.

D. Antonio Sanchez Fraga

Fundador del Observatorio Permanente de los Bienes Eclesiásticos
Economista, licenciado en Derecho Canónico con máster y formación específica en Gestión de Bienes Eclesiásticos.